En la historia de la NBA, pocas rivalidades fuera de la cancha han generado tanto debate como la relación entre Michael Jordan y Scottie Pippen. A pesar de que juntos conquistaron seis campeonatos y construyeron una de las dinastías más dominantes en la historia del deporte, su relación personal nunca fue perfecta. Y uno de los momentos más polémicos quedó al descubierto gracias al documental The Last Dance.
En dicho documental, Michael Jordan calificó a Scottie Pippen de “egoísta” por retrasar una cirugía en el pie y exigir un traspaso en la temporada 1997-98, justo cuando los Chicago Bulls buscaban completar el último baile de su era dorada. Jordan fue tajante al decir que Pippen estaba “pensando más en sí mismo que en su palabra con la organización y con el equipo”.
Pero Pippen no se quedó callado. Su respuesta fue dura y directa, apuntando al mismísimo Jordan con una comparación explosiva:
“¿Cómo te atreves a llamarme egoísta? ¿Quieres saber qué es ser egoísta? Egoísta es retirarte justo antes del inicio del campamento de entrenamiento, cuando ya es demasiado tarde para que la organización firme agentes libres”.
Con esas palabras, Scottie se refería a la primera retirada de Michael Jordan, anunciada el 6 de octubre de 1993, apenas un mes antes de que iniciara la temporada. En aquel momento, los Bulls estaban a las puertas de intentar un cuarto campeonato consecutivo, pero la inesperada decisión de Jordan dejó a la franquicia en una posición muy complicada.
Jerry Krause, el polémico gerente general de los Bulls, tuvo que improvisar y fichar a Pete Myers, un jugador que había estado en Italia y que fue elegido en el puesto 120 del Draft de 1986. Myers terminó ocupando el lugar de Jordan en el quinteto titular, aunque estaba claro que Chicago había perdido a su máxima estrella en el peor momento posible, ya que todos los grandes agentes libres ya habían firmado con otros equipos.
Lo interesante es que, a pesar de esa salida repentina, los Bulls no se derrumbaron. Scottie Pippen asumió el liderazgo y tuvo probablemente la mejor temporada de su carrera en 1993-94. Lideró al equipo a un récord de 55 victorias y 27 derrotas, llevándolos al tercer lugar de la Conferencia Este. Además, terminó tercero en la votación al Jugador Más Valioso, demostrando que podía cargar con el peso de la franquicia en ausencia de Jordan.
En playoffs, Chicago barrió a los Cleveland Cavaliers en la primera ronda, pero terminó cayendo en una serie durísima a siete partidos frente a los New York Knicks. Aun así, la campaña de Pippen fue brillante y reforzó el argumento de que el equipo todavía podía competir, incluso sin Jordan.
La temporada siguiente, los Bulls ganaron 47 partidos, pero no fueron contendientes serios al título hasta que Jordan regresó en marzo de 1995. Su retorno, aunque espectacular, no fue suficiente: los Orlando Magic de Shaquille O’Neal y Penny Hardaway los eliminaron en segunda ronda.
Con el regreso a tiempo completo de MJ en 1995-96, los Bulls vivieron su segundo gran reinado, coronado con tres títulos consecutivos entre 1996 y 1998. Sin embargo, las tensiones internas y las críticas cruzadas entre Jordan y Pippen nunca desaparecieron.
Lo cierto es que ambos tenían puntos válidos en sus declaraciones. Desde la perspectiva de Jordan, retrasar una cirugía y exigir un traspaso justo antes de una temporada clave sí afectaba la química y el rendimiento del equipo. Pero desde el punto de vista de Pippen, anunciar un retiro apenas semanas antes del inicio de la campaña también fue una decisión que puso al equipo contra las cuerdas.
La gran pregunta es: ¿quién fue realmente el egoísta en esta historia? ¿Scottie por pensar en su contrato y su salud, o Michael por abandonar al equipo de manera inesperada cuando todavía tenían una dinastía por delante?
Más allá de las acusaciones, lo que no se puede negar es que la combinación Jordan-Pippen fue una de las más letales en la historia de la NBA. Juntos ganaron seis anillos y convirtieron a los Bulls en una leyenda global. Sin embargo, detrás de la gloria, existía una relación compleja marcada por resentimientos, celos y visiones diferentes sobre lo que significaba la palabra “equipo”.
Y quizás, esa tensión entre ambos sea parte de lo que los hizo tan grandes: dos competidores obsesionados con ganar, dispuestos a todo, incluso a señalarse entre sí, con tal de dejar su huella en la historia.
En dicho documental, Michael Jordan calificó a Scottie Pippen de “egoísta” por retrasar una cirugía en el pie y exigir un traspaso en la temporada 1997-98, justo cuando los Chicago Bulls buscaban completar el último baile de su era dorada. Jordan fue tajante al decir que Pippen estaba “pensando más en sí mismo que en su palabra con la organización y con el equipo”.
Pero Pippen no se quedó callado. Su respuesta fue dura y directa, apuntando al mismísimo Jordan con una comparación explosiva:
“¿Cómo te atreves a llamarme egoísta? ¿Quieres saber qué es ser egoísta? Egoísta es retirarte justo antes del inicio del campamento de entrenamiento, cuando ya es demasiado tarde para que la organización firme agentes libres”.
Con esas palabras, Scottie se refería a la primera retirada de Michael Jordan, anunciada el 6 de octubre de 1993, apenas un mes antes de que iniciara la temporada. En aquel momento, los Bulls estaban a las puertas de intentar un cuarto campeonato consecutivo, pero la inesperada decisión de Jordan dejó a la franquicia en una posición muy complicada.
Jerry Krause, el polémico gerente general de los Bulls, tuvo que improvisar y fichar a Pete Myers, un jugador que había estado en Italia y que fue elegido en el puesto 120 del Draft de 1986. Myers terminó ocupando el lugar de Jordan en el quinteto titular, aunque estaba claro que Chicago había perdido a su máxima estrella en el peor momento posible, ya que todos los grandes agentes libres ya habían firmado con otros equipos.
Lo interesante es que, a pesar de esa salida repentina, los Bulls no se derrumbaron. Scottie Pippen asumió el liderazgo y tuvo probablemente la mejor temporada de su carrera en 1993-94. Lideró al equipo a un récord de 55 victorias y 27 derrotas, llevándolos al tercer lugar de la Conferencia Este. Además, terminó tercero en la votación al Jugador Más Valioso, demostrando que podía cargar con el peso de la franquicia en ausencia de Jordan.
En playoffs, Chicago barrió a los Cleveland Cavaliers en la primera ronda, pero terminó cayendo en una serie durísima a siete partidos frente a los New York Knicks. Aun así, la campaña de Pippen fue brillante y reforzó el argumento de que el equipo todavía podía competir, incluso sin Jordan.
La temporada siguiente, los Bulls ganaron 47 partidos, pero no fueron contendientes serios al título hasta que Jordan regresó en marzo de 1995. Su retorno, aunque espectacular, no fue suficiente: los Orlando Magic de Shaquille O’Neal y Penny Hardaway los eliminaron en segunda ronda.
Con el regreso a tiempo completo de MJ en 1995-96, los Bulls vivieron su segundo gran reinado, coronado con tres títulos consecutivos entre 1996 y 1998. Sin embargo, las tensiones internas y las críticas cruzadas entre Jordan y Pippen nunca desaparecieron.
Lo cierto es que ambos tenían puntos válidos en sus declaraciones. Desde la perspectiva de Jordan, retrasar una cirugía y exigir un traspaso justo antes de una temporada clave sí afectaba la química y el rendimiento del equipo. Pero desde el punto de vista de Pippen, anunciar un retiro apenas semanas antes del inicio de la campaña también fue una decisión que puso al equipo contra las cuerdas.
La gran pregunta es: ¿quién fue realmente el egoísta en esta historia? ¿Scottie por pensar en su contrato y su salud, o Michael por abandonar al equipo de manera inesperada cuando todavía tenían una dinastía por delante?
Más allá de las acusaciones, lo que no se puede negar es que la combinación Jordan-Pippen fue una de las más letales en la historia de la NBA. Juntos ganaron seis anillos y convirtieron a los Bulls en una leyenda global. Sin embargo, detrás de la gloria, existía una relación compleja marcada por resentimientos, celos y visiones diferentes sobre lo que significaba la palabra “equipo”.
Y quizás, esa tensión entre ambos sea parte de lo que los hizo tan grandes: dos competidores obsesionados con ganar, dispuestos a todo, incluso a señalarse entre sí, con tal de dejar su huella en la historia.
