Cuando se recuerda la historia de los Los Angeles Lakers a finales de los años 90 y principios de los 2000, dos nombres aparecen de inmediato: Kobe Bryant y Shaquille O’Neal. Juntos conquistaron tres títulos consecutivos (2000, 2001 y 2002), pero pocos conocen lo tormentoso que fue el proceso de unir sus talentos en la cancha.
En su libro Eleven Rings, Phil Jackson, en coautoría con Hugh Delehanty, narra cómo logró que dos de las personalidades más fuertes de la NBA coexistieran lo suficiente como para construir una dinastía. El “Maestro Zen” revela detalles de las tensiones, las disputas y la rivalidad que marcaron al dúo más dominante de su época.
Un inicio prometedor con tensiones ocultas
Cuando Jackson llegó en 1999, encontró un equipo joven y con hambre de gloria. Desde el inicio dejó claro que los Lakers serían “el equipo de Shaq”, con O’Neal como eje ofensivo, mientras que Kobe tendría un rol protagónico en la cancha, pero todavía no como cocapitán.
La decisión no calmó a Bryant. Con apenas 21 años, el escolta mostraba una ambición desbordante y una clara obsesión por emular a su ídolo, Michael Jordan. Su talento era innegable, pero su carácter individualista generaba fricciones con sus compañeros. Como recuerda Jackson, muchos jugadores decían abiertamente que “no les gustaba jugar con Kobe” porque no respetaba el sistema.
Kobe vs. Shaq: el choque de egos
La relación entre ambos comenzó a fracturarse pronto. En una reunión de vestuario, Shaq lo acusó directamente de “jugar de manera egoísta”, y otros como Rick Fox apoyaron esa visión. Kobe, por su parte, no confiaba plenamente en sus compañeros y prefería aislarse tras los partidos, dedicándose a ver videos o hablar con amigos de la secundaria en lugar de integrarse al grupo.
Phil Jackson describe a Shaq como alguien divertido, generoso y sociable, mientras que Kobe era más frío, sarcástico e introvertido. Esa oposición se tradujo en una rivalidad absurda: si Shaq hablaba con un reportero, Kobe se negaba a hacerlo; si un fisioterapeuta atendía a Kobe, Shaq pedía ser atendido por otro.
La tensión llegó al punto en que Jackson pidió a la directiva considerar un traspaso de Kobe, convencido de que era imposible entrenarlo. Sin embargo, la organización tenía otros planes: no solo no lo movieron, sino que terminaron apostando por él como la piedra angular del futuro.
La obsesión de Kobe con Jordan
Uno de los aspectos más reveladores del libro es la obsesión de Kobe por superar a Michael Jordan. Jackson relata cómo, al organizar un encuentro entre ambos, lo primero que Kobe le dijo al seis veces campeón fue: “Por si no lo sabes, puedo patearte el trasero de igual a igual”.
Con los años, esa obsesión lo convirtió en un jugador comparable a su ídolo. De hecho, el propio Jordan reconoció públicamente que Kobe era el único con quien realmente podía compararse.
Shaq y sus propias debilidades
El libro también muestra el otro lado de la historia. Mientras Kobe era criticado por su egoísmo, Shaq tampoco estuvo exento de cuestionamientos. Tras el campeonato del 2000, se presentó al inicio de la siguiente temporada pasado de peso y fuera de forma, tardando meses en recuperar su nivel.
Para Jackson, construir alrededor de Shaq era más sencillo, y lo llegó a preferir sobre Kobe. Pero el dueño Jerry Buss no compartía esa visión. El desenlace fue conocido: en 2004, los Lakers traspasaron a Shaq a Miami, mantuvieron a Kobe y no renovaron el contrato del propio Jackson.
Una dinastía irrepetible
A pesar de todo, Kobe y Shaq lograron dejar a un lado sus diferencias lo suficiente como para dominar la NBA. La fuerza arrolladora de O’Neal en la pintura y la creatividad incansable de Bryant en el perímetro fueron el complemento perfecto.
Phil Jackson admite que nunca imaginó conquistar un anillo tan rápido en el 2000, pero reconoce que el éxito se debió a que, al final, ambos entendieron que se necesitaban mutuamente para ganar.
El legado de aquella etapa va más allá de los títulos. La relación entre Shaq y Kobe es recordada como una de las más conflictivas y fascinantes de la NBA, un ejemplo de cómo el talento y la rivalidad pueden coexistir para crear historia.
